jueves, 4 de octubre de 2012

Menú 04 octubre 2012 "Rolando Graña"



Entrada: "Bogotá" Fernando Quiroz






"Es inteligente como un periódico.
Lo sabe todo. Lo que sabe cambia cada día"
Elias Canetti

"Bogotá"

Fernando Quiroz elige un lugar en el mundo desde el cual mirar: el de aquellos que no han sido invitados a la ? esta, pero casi  siempre se las arreglan como pueden, aunque, ay, a veces no pueden. Bogotá es solemne en su respeto irrestricto hacia la gente, hacia el perro y aun hacia el noble pargo que habitan estas crónicas; pero justamente ese respeto irrestricto lo preserva de toda solemnidad y de toda canonización biempensante. No todas las historias tienen ?nal feliz, desde luego. Jairo Gualdrón, por ejemplo, vive en la calle, necesita una sonda para orinar y no puede tener sexo. ¿Qué esperaban? ¿Una de Disney? Si la basura es lo más parecido a la propiedad que tenemos, bueno, haremos con ella un museo. A falta de un shopping donde podamos palpitar la última de Bruce Willis, nos queda el cine de Leonel, para presenciar una nueva reposición de El fuego de mi trasero. Y si alguien cree, por ventura, que su trabajo es poco satisfactorio, bien le vale darse una vuelta por los crematorios del cementerio de Chapinero.
Bogotá es la ciudad donde transcurren estas historias que estaban al alcance de la mano, pero reclamaban a gritos que un escritor las descubriera para convertirlas en literatura. Quiroz se tomó varios años para escribir una serie de crónicas que iba publicando en diferentes revistas. Tuvieron que advertirle que en esas crónicas había un libro. Ocupado como estaba observando lo que pasaba en la calle, conociendo, escuchando a los demás, no se había dado cuenta. Un buen día, felizmente, unió las piezas.

"Bogotá"
Fernando Quiroz
ISBN 978-987-25573-5-5
Libros del Náufrago
Fernando Quiroz nació en Bogotá, en 1964. Es escritor y periodista, y uno de los más reconocidos cronistas de nuestro continente.
Ha sido editor cultural y columnista del diario colombiano El Tiempo, y colaborador de las revistas Cambio, Semana, Soho y Gatopardo. Esta última lo destinó como corresponsal en Buenos Aires entre 2000 y 2001.
Es autor de El reino que estaba para mí. Conversaciones con Álvaro Mutis. (1993) y de las novelas En esas andaba cuando la vi (2002), Esto huele mal (2006, llevada al cine por Jorge Alí Triana en 2007), Justos por pecadores (2008, finalista del premio Planeta-Casamérica) y Como un bolero (2010)



"Frontera. Poesía y periodismo sobre la ruta del narcotráfico"

Frontera es una novela no ficcional única en su estilo, por la mezcla de la doctrina informativa y la poesía viva. Fue escrita entre los años 2011 y 2012. Transcurre en el límite internacional argentino-boliviano y el personaje principal, un joven cronista llamado Felipe, recorre la región atravesando hoteles de mala muerte, refugios de contrabandistas y redacciones periodísticas. Los testimonios recopilados, todos reales y reveladores, dejan en evidencia el incipiente proceso de cartelización que atraviesa el país. Recortes de diarios, crónicas propias, entrevistas, narcotráfico, ejecuciones mafiosas, secuestros, desaparición forzada de personas, centros clandestinos de tortura y complicidad del poder político; todo tiene lugar actualmente sobre la histórica ruta del contrabando. Una aventura de desenlace inesperado, que no puede pasar entre sus manos sin leerla de principio a fin. Septiembre 2012

"Frontera. Poesía y periodismo 
sobre la ruta del narcotráfico"
Belisario Sangiorno Trogliero
Ediciones del autor


"El periodista y el asesino"

Hasta dónde puede llegar un periodista en la búsqueda de la verdad? ¿Puede el fin justificar los medios en la tarea de obtener información? ¿Es legítimo ocultar las verdaderas intenciones para lograr que el interlocutor hable sin freno? ¿Qué extraño bebedizo hace creer a los entrevistados que el entrevistador contará su historia tal y como él desearía que fuera contada?. Estas son algunas de las reflexiones a las que invita el libro de Janet Malcolm El periodista y el asesino que acaba de reeditar Gedisa con prólogo de Ian Jack, editor de la prestigiosa revista Granta.

Janet Malcolm (Praga, 1934) es una periodista y crítica literaria norteamericana de origen checo que ha publicado varios libros en los que el psicoanálisis interviene en papeles protagonistas. En esta obra, que originalmente se publicó por entregas en The New Yorker, psicoanaliza las relaciones entre entrevistadores y entrevistados a la luz del caso McGinniss-McDonald. Este último, condenado por el asesinato de su mujer y sus dos hijas, se ve traicionado por el periodista al que ha relatado su historia con la pretensión de que éste escribiera un libro en su defensa.

Malcolm no se anda por las ramas y arranca su sesión de psicoanálisis periodístico a todo trapo con una frase con la que no están nada de acuerdo ni el prologuista ni quien firma esta líneas: “Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad –sostiene Malcolm– sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno”.

No está mal para empezar, pero las cosas son bastante más complejas de lo que nos sugiere Janet Malcolm en este espectacular arranque. Lo veremos acercándonos al caso del periodista y el asesino. Cuando Jeffrey McDonald se pone a calzón quitado en manos del periodista Joe McGinnis, confía ciegamente en que éste publicará un libro con su historia en el que dejará perfectamente clara su inocencia. No obstante acepta de antemano la posibilidad de que el resultado no sea de su agrado. No pide ver el libro antes de publicarse y asume que puede no coincidir con sus objetivos, imbuido quizás de un exceso de confianza en la capacidad de seducción de su versión de los hechos.

Durante varios años McGinnis y MacDonald mantuvieron interminables conversaciones sobre el caso, tanto personales como por escrito, en un clima que MacDonald entendió de máxima confianza y amistad. El resultado del libro, publicado con el título de Fatal Vision, fue que MacDonald era, en versión McGinniss, un psicópata perfectamente capaz de haber cometido los monstruosos asesinatos que se le imputaban.

La reacción de  MacDonald –en el momento de la publicación ya convicto de los asesinatos– fue demandar a McGinniss por traición de la confianza ya que, independientemente de estar en desacuerdo con el contenido del libro, él entendía que el periodista le había mentido haciéndole creer que simpatizaba con su causa para sacarle una información que había utilizado posteriormente en su contra. Y esto, no dejaba de ser una estafa. A raíz de este pleito Janet Malcolm tiene conocimiento del caso, al pedirle la defensa de McGinniss que escribiese sobre el asunto pues, aunque el periodista salió absuelto de las acusaciones de MacDonald, su defensa entendía que “la posibilidad de que se reabra el juicio significa en un sentido muy real que las cuestiones planteadas por esa causa judicial están todavía vivas, abiertas y no decididas”.

Para Daniel Kornstein, abogado de McGinniss, el litigio no era sino un intento de “establecer un nuevo precedente en virtud del cual el periodista o autor se vería legalmente obligado a revelar sus verdaderos pensamientos y actitudes respecto de la persona entrevistada durante el proceso de redacción e investigación”. En una carta le decía a Malcolm que “por primera vez, se ha permitido que una persona entrevistada y descontenta presentara un pleito contra un autor por motivos que nada tienen que ver con la verdad o falsedad de lo que se publicó”.

El meollo de la cuestión consistía en determinar hasta qué punto resulta apropiado o inapropiado fingir acuerdo con los principios de la persona entrevistada a fin de alentarla a que continúe hablando. Al juicio fueron convocados como testigos algunos prestigiosos periodistas y escritores para aclarar al jurado las circunstancias en las que se desarrolla habitualmente el trabajo de investigación periodística, en lo que afecta a las relaciones entre entrevistador y entrevistado.

Uno de los comparecientes fue Joseph Wambaugh, ex policía y autor de Campo de cebollas, una novela basada en un crimen real, que llegó a ser comparada en su día con A sangre fría de Truman Capote. A preguntas del abogado defensor de McGinniss, Wambaugh declaró que embaucar a las personas entrevistadas era una especie de deber de los autores, porque revelar sus opiniones “puede bloquear la comunicación ulterior”. El asunto no era tanto mentir como no decir siempre la verdad. Se trataba de una cuestión de matices en la que había que saber distinguir entre una mentira y una falsedad. “Cuando uno habla –añadía el abogado Kornstein– con un criminal psicópata, debe lisonjearlo, granjearse su simpatía, diciéndole algo que no es absolutamente verdadero”. Sin embargo para Gary Bostwick, abogado de MacDonald, “no podemos hacer cualquier cosa porque es necesario; tenemos que hacer lo que es correcto”.

Lo que no parece muy apropiado es tratar a los entrevistados como a psicópatas para determinar posteriormente si lo son o no. Si les tratamos como a tales y necesitamos que lo sean para bien de la historia, seguro que acabaremos encontrando, como parece que encontró McGinniss, algún hecho dudoso que nos ayude a confirmar nuestras sospechas. Sometida a este procedimiento, hasta la más bondadosa ancianita acabaría convertida en un auténtico peligro.

Janet Malcolm simpatiza más bien poco con esa misteriosa fascinación que embarga a los entrevistados ante los entrevistadores y que les hace abrir su corazón con la misma ingenuidad que demostró la abuela de Caperucita ante el lobo feroz. Para Janet Malcolm es un hecho incontestable que “lo mismo que la crédula viuda que un día se despierta para comprobar que el joven encantador se ha marchado con todos sus ahorros, el que accedió a ser entrevistado aprende su dura lección cuando aparece el artículo o el libro”. Esto ocurre –dice Malcolm– porque “en nuestra sociedad el periodista es considerado, junto con el filántropo, como una persona que tiene algo extremadamente valioso que dar (su haber es la extrañamente embriagante sustancia llamada publicidad), y por consiguiente se le trata con una deferencia que no guarda  proporción con sus méritos personales”.

Por si esto fuera poco –sigue hablando Malcolm–, “la persona entrevistada es como Scheherezade. Vive con el temor de que lo consideren poco interesante y muchas de las extrañas cosas que dice al autor –cosas de una temeridad casi suicida– las dice por su desesperada necesidad de mantener la atención del escritor”. Lo que ocurre a continuación es que “la mayoría de las historias contadas a los periodistas fracasan en su objetivo”, sencillamente porque “el autor termina por cansarse de la historia contada por el entrevistado y la sustituye por una versión propia”.

La investigación de Malcolm llega a la conclusión de que MacGinniss, en un momento determinado, se da cuenta de que contar la historia defendiendo al convicto de tres asesinatos iba a tener mucho menos gancho que contarla de otra forma . Y además, “en la época en la que McGinniss se daba ya plena cuenta de que MacDonald no resultaría  un personaje adecuado, ya estaba metido en el proceso en virtud del cual una obra escrita se transforma en una mercancía; además, estaba cargado de deudas personales”. Esto le lleva, en opinión de MacDonald, el principal afectado, a “modificar los hechos para adaptarlos a una opinión y no adaptar su opinión a los hechos” (no olvidemos que el escenario de este conflicto es una Norteamérica en la que el triunfo del llamado Nuevo Periodismo había diluido peligrosamente las fronteras entre realidad y ficción).

El caso MacDonald versus McGinniss ilustra, para Malcolm, la imposibilidad de que, en situaciones de estas características, la intervención de un escritor o un periodista arregle nada en favor de la persona acusada, agraviada o humillada. Lo más probable es que las cosas empeoren. Porque, y aquí viene una regla universal, “lo que da al periodismo su autenticidad y su vitalidad es la tensión que hay entre la ciega entrega de la persona entrevistada y el escepticismo del periodista. Los periodistas que se tragan por entero la versión de las personas entrevistadas y la publican son, no periodistas, sino publicistas”.

La periodista pinta un panorama muy crudo: “Lo mismo que los jóvenes y doncellas aztecas elegidos para el sacrificio, que vivían en medio de los deleites y la abundancia hasta que llegaba el día señalado para que se les extrajeran del pecho sus corazones, las personas que son objeto de tratamiento periodístico saben demasiado bien lo que les aguarda cuando terminan los días de vino y rosas, es decir, los días de las entrevistas. Y aún asienten cuando un periodista solicita entrevistarlos y se quedan pasmados cuando ven el relucir del puñal”. Conviene, pues, ser más cautos.

Lo que no se le oculta a Malcolm es que “si el periodista ha de comenzar imitando anticipadamente la conducta del “personaje puro”, en su texto se encontrará con las manos atadas”. Está claro, en cualquier caso, que en su relación con el entrevistado el periodista se encuentra a menudo en un atolladero moral. Los más sensatos saben “que todo lo que pueden hacer no es aún suficiente”, mientras que “los que no son tan sensatos –concluye la periodista norteamericana– deciden creer, según su costumbre, que aquí no hay ningún problema, que ya lo han resuelto”.

"El periodista y el asesino"
Janet Malcolm
ISBN:9788497843829
Gedisa








"Anticooperación. Interferencias norte-sur."

¿Qué sentido tiene el actual sistema de ayuda internacional frente a instrumentos transnacionales mucho más potentes que generan pobreza, destruyen ecosistemas o permiten la violación de los Derechos Humanos? ¿Cómo explicar que tras 60 años de cooperación internacional al desarrollo, el mundo de los empobrecidos, en su conjunto, no haya mejorado? Para responder a estas preguntas, este libro propone y desarrolla el concepto de “anticooperación”. Se refiere al conjunto de interferencias negativas, desestructurantes, activadas desde el Norte (Global) hacia el Sur (Global).
En esta obra se comparan los flujos de la cooperación al desarrollo cno los asociados a los principales mecanismos de anticooperación. Así, se sostiene que anun si la ayuda internacional fuera de calidad o eficaz, sus efectos serían globalmente inferiores. La anticooperación resulta ser más potente en términos económicos, políticos, culturales y ambientales. Desde esa perspectiva, el autor vuelve a examinar ámbitos como la deuda externa, el comercio internacional, la producción de tecnología, el cambio climático, el cribado migratorio, la guerra, o la propia ayuda, entre otros. Contraponiendo “cooperación” y “anticooperación”, se esbozan así retos para el sector de la cooperación y los movimientos sociales de justicia global en general, en su voluntad de transformación de las relaciones desiguales que caracterizan a la globalización capitalista.

"Anticooperación. Interferencias norte-sur. 
Los problemas del sur global no
 se resuelven con más ayuda internacional"
David Llistar Bosch
ISBN: 978-84-9888-110-3
Icaria