sábado, 26 de enero de 2013

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Vino de la casa: "El paseo" Robert Walser




"La pureza sólo pertenece al silencio,
es decir a la ausencia de lo decible"
Bruce Pazain

"Notas sobre el cinematógrafo"

Un solo misterio el de las personas y de los objetos.


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Filmación. Nada en lo inesperado que secretamente tú no esperaras.

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Escarba en el mismo lugar. No te escurras fuera. Doble, triple fondo de las cosas.

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Asegúrate de haber agotado todo lo que se comunica por medio de la inmovilidad y el silencio.

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Tu imaginación apuntará menos a los acontecimientos que a los sentimientos, queriendo siempre que éstos sean lo más documentales posible.

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Filmación. Colocarse en un estado de ignorancia y de curiosidad intensas, y no obstante ver las cosas antes.

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Lo que ocurre en las junturas. Las grandes batallas, decía el general M. . . , se libran casi siempre en los puntos de intersección de los mapas de estado mayor.
Cinematógrafo, arte militar. Preparas una película como se prepara una batalla.

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No filmar para ilustrar una tesis o para mostrar a hombres o mujeres limitados a su aspecto externo, sino para descubrir la materia de la que están hechos. Alcanzar ese "corazón" que no se deja atrapar ni por la poesía, ni por la filosofía, ni por la dramaturgia.

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Retoque de lo real con lo real.

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Corot: "No hay que buscar, hay que esperar."

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Lo real llegado a la mente ya no es real. Nuestro ojo demasiado pensante, demasiado inteligente.

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Filmación. Tu película debe parecerse a la que ves cuando cierras los ojos.

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Dos clases de realidad. 1. Lo real en bruto registrado tal cual por la cámara; 2. Lo que llamamos real y que vemos deformado por nuestra memoria y por falsos cálculos
Problema. Hacer ver lo que ves, por intermedio de una máquina que no lo ve como tú lo ves.

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Filmación. Angustia de no dejar escapar nada de lo que sólo entreveo, de lo que tal vez aún no veo y que no podré ver sino más tarde.

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Filmar es ir a un encuentro. Nada en lo inesperado que no sea secretamente esperado por ti.

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Filmar de improviso, con modelos desconocidos, en lugares imprevistos, adecuados para mantenerme en un estado tenso de alerta.

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"Notas sobre el cinematógrafo"
Robert Bresson
Pochoclo, 2011




"El paseo"

La vida de Robert Walser es una de las más apasionantes tragedias de la literatura centroeuropea de este siglo. Autodidacta, errante, finísimo estilista de la lengua alemana y provisto de una mirada capaz de destripar la realidad con la más suave ironía, Walser empleó los pocos años en que pudo escribir, entre 1904 y 1925, antes de sucumbir a una enfermedad mental de origen hereditario, en tallar exquisitas miniaturas acerca de una vida cotidiana poblada de personajes e impresiones que vienen de la noche cuando ésta es más oscura. El paseo es una de esas miniaturas. Un poeta sale a pasear y ante su mirada se alternan la belleza de la vida y el absurdo de las convenciones de la sociedad, el sonido de una voz que canta y el espectáculo del gran teatro del mundo. Entre el sabor más crítico y la más pura de las reflexiones, El paseo es una espléndida muestra del arte de este autor tan admirado por escritores como Kafka, Thomas Mann, Musil, Canetti, Walter Benjamin o Claudio Magris, entre otros.



"El paseo"
Robert Walser
Siruela, 2012
ISBN: 978-84-7844-324-6

"Zen 2. ¿Qué decimos cuando decimos experiencia"


Episódicamente (en lapsos de décadas, de siglos), Occidente traduce el Lejano Oriente. Como suele ocurrir también con las traducciones en la literatura, cada época necesita un Oriente leído en sus propios términos, en su propia lengua. Muchos de esos traductores, generosos aduaneros de la cultura, fueron viajeros, como Marco Polo o Lafcadio Hearn; otros, filósofos como Eugen Herrigel y Alan Watts, o incluso teólogos como Richard Wilhelm. En la Argentina, está incluso el modesto caso de El zen y la crisis del hombre , volumen ínfimo, apretadísimo, que D. J. Vogelmann, traductor él mismo, publicó en Paidós en los años sesenta. El argentino Alberto Silva se inscribe en esa genealogía y concentra varios de los atributos de sus predecesores: es poeta y viajero (vivió varios años en Japón), pero también sociólogo y un traductor de haikus tan fino que en sus versiones consiguió el milagro de la invisibilidad que persigue todo auténtico traductor. Pero su empresa es mucho más ambiciosa: cuatro volúmenes que interrogan cómo entender actualmente el zen -en sí mismo una relectura del mundo- desde Occidente, es más, desde la Argentina.

En los dos primeros, los únicos publicados hasta el momento, Zen 1. Ruta hacia Occidente y Zen 2. ¿Qué decimos cuando decimos experiencia? , la pregunta de Silva, como por otra parte la de Vogelmann en su momento, podría ser "¿por qué el zen?" En su respuesta, toma inicialmente distancia de Daisetsu Suzuki. A diferencia del influyente divulgador, Silva no habla de "budismo zen" y, en la senda tutelar de Eihei Dogen, fundador en el siglo XIII de la escuela soto del zen japonés, cree que el zen es ante todo zazen, "la práctica que lo hace posible, un simple sentarse a verse respirando". Fue el propio Dogen quien en su obra maestra Shobogenzo observó: "El incienso, la reverencia y la oración ante la imagen de Buda, la lectura de los sutras son, ya desde el comienzo, completamente innecesarios". Pero entiéndase bien: Dogen, como se ocupa de señalar Silva, no desdeñó nunca el budismo que habita en el zen; en todo caso, entendió que el zazen , esa meditación sentada, constituía el "cumplimiento de la ley de Buda". El gesto parece simple, pero la experiencia es insondable. Esa experiencia personal, la experiencia de un cuerpo y asimismo"pedagogía radical de la libertad", es la que soliviante a Silva.

El viaje que lleva del sánscrito dhyana al chino ch'an y de allí al japonés "zen" no es solamente lingüístico; encierra distintas variedades de la experiencia. Silva sigue ese itinerario, pero no lo hace cronológicamente; su preocupación eminente no es ésa sino una de otro orden: construir el zen como objeto, como discurso comprensible. Así como existe un "zen japonés", bien podría existir un "zen occidental". Silva se ocupa de esa posible cercanía, de ese "advenimiento", aunque no se le escapa que el día que exista un zen occidental, "lo adjetivo (occidental) se volverá sustantivo (zen)".

El "punto de vista", según lo llama él mismo, es muy abierto. Zen 1 y Zen 2 no son libros de historia ni ensayos académicos ni poéticos ni filosóficos. No son nada de eso, y en cierto modo sí lo son. Silva tienta un ensayo tan sincrético como su objeto; entra y sale de la primera persona y se sirve tanto de referencias orientales como de Peter Sloterdijk, Jacques Derrida, Jacques Lacan, Jean-Paul Sartre o Marcelo Cohen. Se sirve, en fin, de lo que necesita para despejar el terreno y no confundir "lo" zen con sus efectos, lo que implica impugnar la perversión instrumental de la autoayuda sin ceder a la estetización ritualista. "Sin duda hay efectos de la literatura y la plástica del zen que fascinan a los occidentales, entre ellos la lógica contradictoria de los sermones magistrales o los koan (paradojas, calembours, retruécanos), o el estallido de lucidez de un instante, captado en un acuarela sumié, así como el talante antidogmático y contestatario del haiku [.] Sin embargo, limitarse a dichos efectos sería tomar el rábano por las hojas."

Se le debe a Arthur Schopenhauer la introducción del orientalismo en Europa; su filosofía de efecto retardado (publicó su sistema entero, El mundo como voluntad y representación , en 1819, pero el pensamiento europeo acusó su influjo a partir de la segunda mitad del siglo XIX) le aplicó a Kant el correctivo del hinduismo. No es ése sin embargo el eje que Silva elige para abordar la relación del zen con Occidente. El primer volumen dedicaba un capítulo al examen de las ramificaciones orientales de la filosofía de Martin Heidegger, bisagra con lo lejano pero no puente con él. Zen 2 empieza también en ese punto. Silva no encuentra solución de continuidad entre el "salto", springet , de Kierkegaard, el Sprung heideggeriano y ese otro salto del zen, el que lleva de lo conocido a lo desconocido. Hay una diferencia entre hablar sobre un río y ponerse a nadar. "El zen no se ciñe a señalar un salto que por supuesto considera necesario realizar. El zen salta y se zambulle debajo del agua. Y no sólo nada sino que busca hacerse salto.".

Pero, se pregunta Silva, "¿se puede hacer teoría de lo que se ofreció antes que nada como práctica?". El autor, como un arquitecto, es fiel a su objeto construido. Para el zen, como para él, el camino es la meta y, por eso mismo, no tiene meta.
"Zen 2. ¿Qué decimos cuando decimos experiencia"
Alberto Silva
Bajo la luna, 2012
I.S.B.N : 9789871803262

"El Baphomet"


Suele relacionarse también el nombre Baphomet con la fusión de dos términos griegos cuyo significado aproximado es el de bautismo de sabiduría.
Baphomet era el encargado en el purgatorio de los siete infiernos y de los diferentes demonios de los siete pecados capitales. En 1589, Peter Binsfeld asoció cada pecado capital con un demonio, que tentaba a la gente por medios asociados al pecado.
"El Baphomet"
Pierre Klossowski
Las Cuarenta, 2008
I.S.B.N : 9789872356750