En un bar de Palermo, una Banda Independiente toca hitos que resultan irreconocibles, cuando el tecladista interrumpe todo para pedir una cerveza; gratis, aclara. Durante los cuarenta segundos en que el tipo toma del pico sin respirar, mientras se cuelga de Labiosuelto, estrella el mentón contra el piso y el público silba, Styrax no deja de autopreguntarse si ese sujeto podría ser o no lo que está buscando, mmm..., ¿un tecladista de 30 años? Difícil. Después de tomar apuntes, redactar notas, reversionar fragmentos tratando de dar con el formato ideal, Styrax está listo para realizar aquello con lo que estuvo fantaseando tanto tiempo: "secuestrar" (a falta de un mejor término, dice) a un Esclarecido. Solo le quedan por resolver dos problemas: con quién hacerlo y encontrar el ejemplar adecuado. En medio de reflexiones históricas, peripecias y "análisis de conciencia", un profesor de bajo, una peluquera, un dentista y un motoquero un poco estrafalarios conspiran para someter a un "hijito de esclarecido" a un peculiar proceso de conversión ideológica, en un viaje que los lleva de las sucias calles de Liniers a una otoñal y ventosa Necochea. Una novela hilarante que exuda contemporaneidad y combina extraordinariamente una mirada política desafiante con una prosa afilada e ingeniosa.
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"Canción de la desconfianza"
Damián Selci
ISBN: 9789871673551
Eterna Cadencia
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Escritores sobre "Canción de la desconfianza" (fuente)
• ¿Por qué es importante leer y discutir la primera novela de Damián Selci? Una primera respuesta sería porque resuelve las demandas de una lengua local y actual sin recurrir a ninguno de los fetiches con los que se las solventa. En Canción de la desconfianza no hay marcas de época ni reproducción mimética del habla de ninguna tribu: no hay psicología de personajes basada en su distintivo acceso al consumo ni a la educación. Sus personajes tampoco son marginales, locos, desviados o criminales: el autor no pretende ponerlos en conflicto con las leyes jurídicas y racionales que cuadriculan el accionar de cualquier argentino (…) Asumir que otro nos habla siempre es conmocionante; resistir la breve extensión de esta novela implica un esfuerzo de escucha, más que de lectura, porque el volumen, el timbre y la entonación de la voz de Selci son tan claros como musical y emocionalmente matizados (…)Alejandro Rubio