viernes, 5 de octubre de 2012

Menú 05 octubre 2012 - "Si Benito viviera..."






Entrada: "Anatomía del Fascismo", Robert Paxton
Vino de la casa: "Pelando la cebolla", Günter Grass
Plato principal: "Poemas 1969 - 1985", Osvaldo Lamborghini
Postre: "Los siete locos", Roberto Arlt











Amenazas de pistolas
Que el poder plastifica
Y abyecto
El niño magnifica.
Desnudo, en bolas,
Ése es su proyecto
En campings de hoy o ayer.
                                  
                                             (Osvaldo Lamborghini)

"Anatomía del Fascismo"

 No es el libro habitual sobre la historia de los fascismos, esencialmente italiano y alemán. De hecho, el autor parte de la idea de que el fascismo fue un fenómeno general, la novedad política más importante del siglo XX, un movimiento popular contra la izquierda y contra el individualismo liberal, variado y de muchas formas. Y aún siendo esta una definición del fascismo, Paxton prefiere elaborar su propia definición al final del libro, haciendo previamente un análisis de este fenómeno en cinco etapas: su creación (y sus bases intelectuales y populares), su supervivencia en el sistema política del período de entreguerras (1918-1939), la toma del poder, el ejercicio de dicho poder y una reflexión a largo plazo (¿radicalización del movimiento o entropía?). 

Es muy ameno, ampliamente referenciado con notas bibliográficas y con un poso de erudición que no está reñido con el placer de la lectura.

 "Anatomía del Fascismo"
Robert O. Paxton
ISBN 9788483076873
Península


"Pelando la cebolla"


Pelando la cebolla es el título en castellano de la esperada autobiografia de uno de los mayores escritores del siglo XX, el alemán Günter Grass.

Alfaguara ha editado estas memorias en que el autor, al igual que se le quitan las capas a una cebolla, va desgranando poco a poco su vida hasta que surge el corazón de la misma.

El alemán, que en 1999 fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura y el Príncipe de Asturias (un buen año para él sin duda), recibió fuertes críticas ante la “confesión” de que había pertenecido en su juventud a las SS, una organización militar del Partido Nazi Alemán, aunque posteriormente el cineasta alemán Volker Schloendorff, el escritor británico de origen indio Salman Rushdie o el también Príncipe de Asturias Mario Vargas Llosa entre otros salieron en su defensa.

Polémicas aparte, estamos ante la biografía de uno de los escritores mejor valorados y más comprometidos de los últimos tiempos.
"Pelando la cebolla"
Günter Grass
ISBN: 9789870407409
Alfaguara







"Poemas 1969-1985"


La poesía del desconcierto

Por Ezequiel Alemián para Ñ


El primer poema que publicó Osvaldo Lamborghini se titula “Soré, Resoré”. Salió en la revista Literal 1, en noviembre de 1973. La publicación es casi simultánea a la de Sebregondi retrocede, una novelita que el autor originalmente había escrito en verso. 

“Hay que cuidar la relación del doble con el cuerpo./ Tantos, por perder el doble/ sin nada se quedaron, como la intención/ de decir, o con esa intención./ Precisamente y vaga,/ que nada hubiera fuera de eso,/ de ese ras ras:/ quitado el doble nada.”, empieza el poema, de cinco páginas de longitud, dividido en dos partes.

El sentido parece desbordar las frases, convocar por un lado una suerte de lectura teórica, casi de desciframiento, y por el otro se declara enunciado en el ámbito “no del entendimiento”. Es una invocación a Soré y Resoré, divinidades clancas de la llanura.

Comillas, itálicas, repeticiones, separación de palabras, una puntuación que recombina la sintaxis, la irrupción de términos desconcertantes (¿qué quiere decir clancas? ¿y ras ras?), rayas, guiones: en la poesía de Lamborghini la escritura se vuelve contra sí misma, borrando sus puntos de sostén, sus articulaciones. Es una escritura constituida por las grietas que amenazan con desmoronarla. ¿O es que nunca alcanzó a constituirse?

Un año más tarde, en la revista Dispositio 1, Lamborghini editará Los Tadeys, un poema largo, de veinte páginas, separado en una pequeña intro y en cuatro partes tituladas con signos de interrogación: ¿Primera invocación a los tadeos?, ¿Notas invernales de un diputado infeliz?, ¿Razonamientos múltiples? ¿Prueba de realidad? ¿Letanía o canción masoquista?, ¿Astucias veraniegas de un diputado corrido, expulsado de su banca? 

La intro se abre con una alusión a Mallarmé (dado a pensar/ y al azar de dado) y enseguida expone uno de sus sintagmas más significativos: “Y así no hay relato que progrese/…/ el cuerpo… se triza en el lugar”. La “ambientación” de Los Tadeys podría emparentarse con la ambientación imaginaria de un cantar de gesta con reminiscencias nórdicas narrado por el Marqués de Sade.

Hay una sintaxis de razonamiento, argumentativa, que parece recorrer todo el texto, pero cuyo desarrollo somos incapaces de seguir. Lo significativo parece ser algo que se conformará en una lejanía sólo parcialmente insinuada en algunos sintagmas o términos, que en alguna instancia debería poder reponerse. O no: o lo significativo es lo que se triza en el lugar. El relato que no progresa. ¿O es las dos cosas? ¿O no hay nada significativo, y todo es trituración?

A la manera del dictum joyceano sobre las mejores condiciones para la escritura (silencio, astucia y exilio), responderá Lamborghini diciendo: razonamientos, pubis y esfínteres. “Razonamientos múltiples./ Razonamientos de pubis. / Razonamientos de esfínteres.” La insistencia en la sangre y en lo anal (“les dejo el sexo a los retóricos”) lo vincula directamente con Antonin Artaud. Sade, Artaud (pero también Arlt, Gombrowicz, Genet): hay una cuestión maldita en Lamborghini, que no tiene nada que ver con su vida, sino que está trabajando desde el corazón su literatura. Lamborghini escribe contra. Siempre contra. ¿O está sobreactuando?

Die Verneinung (La negación, su título original), salió publicado cuatro años más tarde en los Estados Unidos, en la revista Escandalar. Treinta páginas, cuatro secciones (Prólogo, o conclusión; Prosa cortada; La madre Hogarth; La frontera), varias subsecciones.

“Qué giros de pensamientos”: Die Verneinung es un poema saturado de cuestiones. La propia escritura (“ineficacia monumental”), lo generacional (“antes había otra generación/…/y ella era sabia en las letras/…/para mostrar alguna verdad/…/con una estupidez casi imposible”), el arte, el psicoanálisis, lo confesional (“me apliqué al intento de ser sincero/…/pero algo mata al ser que se conjuga”. “en mi mundo moral mando yo./ Este alegre imperdón es algo que se consigue después de un largo trabajo”), el lector (“¡Es tan difícil no gustarle a nadie!” “Ahuyenté al lector/…/sin él la literatura se acaba:/ qué pavada”), la política. Sobre el final, la presencia más limpia de lo autobiográfico adquiere un peso dominante.

Por un lado, la poesía de Lamborghini no narra, no representa, en Die Verneinung. Es una escritura de filos, prosaica, no progresante, angular: el tiempo se demora, los sistemas se emperran. Pero por otro está lo que dice odiar: la rima, la canción, el verso llano para el lector amable. En esos momentos las imágenes funcionan como metáforas, y a través de las metáforas la narración progresa a buena velocidad. Los dos formatos, enfrentados, aparecen incluso de manera intercalada en cada poema.

Pero el poema no sigue una línea, sino que las distintas secciones se desencastran entre sí, como si el poema volviera a escribirse cada vez, en un lugar diferente. ¿O se trata de otro poema? 

Die Verneinung tiene un cierre muy melancólico, que habla de los “síntomas de un decaimiento general” y de la “facultad de escribir que se pierde”. Parece ocupar el lugar de una coda.

Esto tres textos, más Cantar de las gredas en los ojos, que Literal había publicado en 1975, son los que integraron el libro Poemas, que Tierra Baldía, la editorial de Fogwill, publicó en 1980. Son también, con la excepción de En el cantón de Uri (fragmento), que salió en Escandalar en 1981, los únicos poemas que Lamborghini, que murió en Barcelona, en 1985, publicó en vida. 

Recién en 2004, con la edición de Poemas, 1969-1985, que recoge toda la poesía que escribió, y que pudo encontrarse, se conocieron los poemas que Lamborghini escribió una vez que dejó de publicar. Los inéditos representan la parte mayoritaria del volumen. “Los manuscritos, en cuadernos, agendas, hojas sueltas, muestran todos los estadios, desde la anotación casual de unos pocos versos hasta el poema largo o serie de poemas, de desarrollo muy elaborado, aunque siempre hay un aire de ‘borrador definitivo’ en toda su poesía. En el último período, el de los años 1983 a 1985, que corresponde a su segunda estada en Barcelona, se impuso definitivamente la anotación improvisada de poemas, quizá porque los desarrollos elaborados se concentraron en la materia novelesca”, señala César Aira, el editor, en las Notas al libro.

Algunos poemas hallados pertenecen a proyectos de libro, por lo que aparecen especialmente identificados. Son los Poemas dedicados, y La Divertidísima Canción del Diantre. El primero de los poemas dedicados se titula “Raschella in the night” para Sergio Rondán. Un verso de Raschella (“¡Dios mío, lo horrible!”), aparece varias veces citado en los poemas de Lamborghini. Otro de esos poemas está dedicado a Hugo Savino. “Lo único original que tuve en la vida fueron mis mujeres”, concluye.

Al igual que cuando la aparición de los primeros poemas, del libro que sacó Fogwill, o de la primera edición de Poemas, 1969-1985, la reedición, ahora, de este último volumen, vuelve a enfrentar al lector con la vigencia ineludible de una poesía desconcertante.

Eso desconcertante que hace a la poesía de Lamborghini tal vez tenga que ver con el lenguaje saturado de referencias, de indicios de sentido con que escribe, con la multiplicidad de direcciones, de “temas” que aborda. Pero también es posible que pase por otro aspecto.

El uso de diferentes tipografías y tamaños de letra, las ya mencionadas operaciones a que somete a las palabras, la particular y enfática utilización que hace de los signos de puntuación tienen como efecto, a la manera de Mallarmé, la descomposición de la superficie poética en una serie de planos que se despliegan simultáneamente, pero que acá sólo se hacen visibles en el momento en que se intersectan. Como si en vez de haber una sola voz poética, hubiese una por cada plano, y la poesía de Lamborghini estuviese constituida por esos momentos brevísimos en que las distintas voces dialogan entre sí. De ahí el carecer dispersivo y disruptivo de sus poemas, pero también cierto rasgo fonológico: la poesía de Lamborghini es la de alguien que continuamente escribe hablando consigo mismo. 

De ahí también cierta hermeticidad, cierta sintaxis de razonamiento cuyo hilo se nos escapa, porque sólo se nos muestra cuando llega a la boca. El “lacanismo” de su poesía funciona como un motor que extiende y desajusta, no como una herramienta de desciframiento. 
Si bien la poesía de Lamborghini exhibe un nivel muy parejo y un gran homogeneidad formal (donde en todo caso elementos que no se utilizan demasiado en algunos poemas sí tienen presencia en otros, no por una sucesividad evolutiva), su obra no es monolítica ni estuvo dada de una vez y para siempre. En Poemas, 1969-1985, hay un recorrido que puede seguirse.

Si en los textos ya descriptos predominaba una cuestión “materialista”, “física”, apoyada en la opacidad de la lengua, en lo abrupto, en lo trabado de la frase, eso irá decantando hacia una poesía más rítmica, con una acentuación más ágil, de juegos de palabras, habitada por una mayor densidad de frases apodípticas (“casi un koan”) que exhiben una ilusión de sabiduría. 

Se irá enfatizando además algo de una “poética”: si antes Lamborghini escribía, ahora escribirá sobre el escribir. Y si antes escribía sobre el no poder escribir, ahora escribirá sobre el no haber escrito. Este es un Lamborghini más cercano a Macedonio Fernández.

Hay una toma de distancia con respecto a lo que se hizo, que de alguna forma le permite resignificarse. La poesía de Lamborghini es la poesía de un sujeto que continuamente se piensa como escritor, y que se describe escribiéndose como tal. Casi podría decirse que el gran tema de la poesía de Lamborghini es la poesía misma, la escritura. El grado de autoconciencia, de autocrítica, que emerge a lo largo de los poemas, esboza un modelo de escritor singular y parcial, proclive al mito.

También se acentúa la presencia de lo autobiográfico. Mucho más desnudo, menos mediatizado por la sintaxis, que en su prosa, por ejemplo. Cuanto más autobiográfico, más emotivo pero menos desconcertante se vuelven sus poemas. Como si la reconstitución del sujeto atentara contra la dispersión del texto. La nueva velocidad de escritura que exhiben los textos tiene su correlato en una suerte de tensión lineal que los estira y desarma en pedazos. 

Que escribir sobre uno mismo finalmente no es hacer literatura sino vida es uno de los supuestos sobre los que se sostiene la idea de las escrituras post autónomas. En este espacio, Lamborghini vendría a ocupar el lugar de gran habilitador de muchas de las experiencias escriturarias del presente. Los efectos de la desarticulación del sujeto, de la voz poética, sobre la poesía contemporánea, es algo que está por verse. Pero posiblemente en algún momento implique un cambio de paradigma bastante marcado.

Leído en la órbita del neobarroco, parece perder algo de su visceralidad. Más allá del mito construido a su alrededor, podría pensarse que la literatura de Osvaldo Lamborghini recién está llegando. ¿Será alguna vez el canon de lo que viene? ¿O estará siempre llegando?
Una gran tristeza atraviesa toda su poesía.




"Poemas 1969-1985"
Osvaldo Lamborghini
Edición al cuidado de César Aira
ISBN: 9789876581301
Mondadori



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"La década del 30´,
de sus ultrajes afilados.
Se estaba mejor, se dice
en esa placenta.
En San Isidro y sus barrancas,
el refinamiento disimulaba a los tarados
escuchando a Tagore, Ortega,
gente medio culta
y peores deslices
(para reírse: hasta el conde Keyserling).
Mientras la limosna llega, pensarían los hombres sabios
Mejor mirar al río, la vista fija,
la boca apretada
para aguantar la risa:
no perdonaba chistes
la bestial Victoria Ocampo;
la estulta,
Que se lo pregunten al ético Borges
y a ese genio que es Pepe Bianco."



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Mi tema es la matanza

Mi tema es la matanza
es claro: la matanza,
y no importa
nada y para nada
a qué muerte me refiero
ni de qué
muertos hablo, menos aún
si la guerra como efecto de la matanza
o a la inversa (estas minucias,
no tengo tiempo).
Pienso en mi mirada.
En qué campo de batalla nacieron mis ojos
y allí se estrenaron
para ver así,
y mirar de otro modo.
Como si hubiera modos.
Mentira es la palabra.

La palabra mentira,
¿por qué no enredarnos?


"Los siete locos"



El discurso del astrólogo


[...El Astrólogo] Dijo: 
    ­ Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso... 
    ­ ¿Qué es lo que dice?... 
    ­ Será la poda del árbol humano... una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad. 
    Barsut se había puesto en pie. Con el entrecejo fiero, y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se encogió de hombros, preguntando:
    ­ Pero, ¿es posible que usted crea en la realidad de esos disparates? 
    ­ No, no son disparates, porque yo los cometería aunque fuera para divertirme. 
    Y continuó: 
    ­ Desdichados hay que creerán en ellos... y eso es suficiente... Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relacion con un mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho.

  [...]

    ­ ¿Y la idea? 
    ­ Aquí llegamos... Mi idea es organizar una sociedad secreta, que no tan sólo propague mis ideas, si no que sea una escuela de futuros reyes de hombres. Ya sé que usted me dirá que han existido numerosas sociedades secretas... y eso es cierto... todas desaparecieron porque carecían de bases sólidas, es decir, que se apoyaban en un sentimiento o en una irrealidad política o religiosa, con exclusión de toda realidad inmediata. En cambio, nuestra sociedad se basará en un principio más sólido y moderno: el industrialismo, es decir, que la logia tendrá un elemento de fantasía, si así se quiere llamar a todo lo que le he dicho, y otro elemento positivo: la industria, que dará como consecuencia el oro. 
    El tono de su voz se hizo más bronco. Una ráfaga de ferocidad ponía cierta desviación de astigmatismo en su mirada. Movió la greñuda cabeza a diestra y siniestra, como si le punzara el cerebro la agudeza de una emoción extraordinaria, apoyó las manos en los riñones y renaudando el ir y venir, repitió: 
    ­ ¡Ah! el oro... el oro... ¿Sabe cómo lo llamaban los antiguos germanos al oro? El oro rojo... El oro... ¿Se da cuenta usted? No abra la boca, Satanás. Dése cuenta, jamás, jamás ninguna sociedad secreta trató de efectuar semejante amalgama. El dinero será la soldadura y el lastre que concederá a las idea el peso y la violencia necesarios para arrastrar a los hombres. Nos dirigiremos en especial a las juventudes, porque son más estúpidas y entusiastas. Les prometeremos el imperio del mundo y del amor... Les prometeremos todo... ¿me comprende usted?... Y les daremos uniformes vistosos, túnicas esplendentes... capacetes con plumajes de variados colores... pedrerías... grados de iniciación con nombres hermosos y jerarquías... Y allá en la montaña levantaremos el templo de cartón... Eso será para imprimir una cinta... No, cuando hayamos triunfado levantaremos el templo de las siete puertas de oro... Tendrá columnas de mármol rosado y los caminos para llegar a él estarán enarenados con granos de cobre. En torno construiremos jardines... y allá irá la humanidad a adorar el dios vivo que hemos inventado. 
    ­ Pero el dinero para hacer todo eso... los millones... 
    A medida que el Astrólogo hablaba, el entusiasmo de éste se contagiaba a Erdosain. Se había olvidado de Barsut, aunque éste se encontraba frente a él. Sin poderlo evitar, evocaba una tierra de posible renovación. La humanidad viviría en perpetua fiesta de simplicidad, ramilletes de estroncio tachonarían la noche de cascadas de estrellas rojas, un ángel de alas verdosas soslayaría la cresta de una nube, y bajo las botánicas arcadas de los bosques se deslizarían hombres y mujeres, envueltos en túnicas blancas, y limpio el corazón de la inmundicia que a él lo apestaba. Cerró los ojos, y el semblante de Elsa se deslizó por su memoria, mas no despertó ningún eco, porque la voz del Astrólogo llenaba la cochera con esta réplica salvaje: 
    ­ ¿Así que le interesa de dónde sacaremos los millones? Es fácil. Organizaremos prostíbulos. El Rufián Melancólico será el Gran Patriarca Prostibulario... todos los miembros de la logia tendrán interés en las empresas... Explotaremos la usura... la mujer, el niño, el obrero, los campos y los locos. En la montaña... será en el Campo Chileno... colocaremos lavaderos de oro, la extracción de metales se efectuará por electricidad. Erdosain ya calculó una turbina de 500 caballos. Prepararemos el ácido nítrico reduciendo el nitrógeno de la atmósfera con el procedimiento del arco voltaico en torbellino y tendremos hierro, cobre y aluminio mediante las fuerzas hidroeléctricas. ¿Se da cuenta? Llevaremos engañados a los obreros, y a los que no quieran trabajar en las minas los mataremos a latigazos. ¿No sucede esto hoy en el Gran Chaco, en los yerbales y en las explotaciones de caucho, café y estaño? Cercaremos nuestras posesiones de cables electrizados y compraremos con una pera de agua a todos los polizontes y comisarios del Sur. El caso es empezar. Ya ha llegado el Buscador de Oro. Encontró placeres en el campo chileno, vagando con una prostituta llamada la Máscara. Hay que empezar. Para la comedia del dios elegiremos un adolescente... Mejor será criar un niño de excepcional belleza, y se le educará para hacer el papel de dios. Hablaremos... se hablará de él por todas partes, pero con misterio, y la imaginación de la gente multiplicará su prestigio. ¿Se imagina usted lo que dirán los papanatas de Buenos Aires cuando se propague la murmuración de que allá en las montañas del Chubut, en un templo inaccsesible de oro y de mármol, habita un dios adolescente... un fantástico efebo que hace milagros? 
    ­ ¡Sabe que sus disparates son interesantes! 
    ­ ¿Disparates? ¿No se creyó en la existencia del plesiosaurio que descubrió un inglés borracho, el único habitante del Neuquén a quien la policía no deja usar revólver por su espantosa puntería?... ¿No creyó la gente de Buenos Aires en los poderes sobrenaturales de un charlatán brasileño que se comprometía curar milagrosamente la parálisis de Orfilia Rico? Aquél sí que era un espectáculo grotesco y sin pizca de imaginación. E innumerables badulaques lloraban a moco tendido cuando el embrollón enarboló el brazo de la enferma, que todavía está tullido, lo cual prueba que los hombres de ésta y de todas las generaciones tienen absoluta necesidad de creer en algo. Con la ayuda de algún periódico, créame, haremos milagros. Hay varios diarios que rabian por venderse o explotar un asunto sensacional. Y nosotros les daremos a todos los sedientos de maravillas un dios magnífico, adornado de relatos que podemos copiar de la Biblia... Una idea se me ocurre: anunciaremos que el mocito es el Mesías pronosticado por los judíos... Hay que pensarlo... Sacaremos fotografías del dios de la selva... Podemos imprimir una cinta cinematográfica con el templo de cartón en el fondo del bosque, el dios conversando con el espíritu de la Tierra. 
    ­ Pero usted, ¿es un cínico o un loco? 
    Erdosain lo miró malhumorado a Barsut. ¿Era posible que fuera tan imbécil e insensible a la belleza que adornaba los proyectos del Astrólogo? Y pensó: "Esta mala bestia le envidia su magnífica locura al otro. Ésa es la verdad. No quedará otro remedio que matarlo." 
    ­ Las dos cosas, y elegiremos un término medio entre Krishnamurti y Rodolfo Valentino, pero más místico; una criatura que tenga un rostro extraño simbolizando el sufrimiento del mundo. ¿Se imagina usted la impresión que causará al populacho el espectáculo del dios pálido resucitando a un muerto, el de los lavaderos de oro con un arcángel como Gabriel custodiando las barcas de metal y prostitutas deliciosamente ataviadas dispuestas a ser las esposas del primer desdichado que llegue? Van a sobrar solicitudes para ir a explotar la ciudad del Rey del Mundo y a gozar de los placeres del amor libre... De entre esa ralea elegiremos los más incultos... y allá abajo les doblaremos bien el espinazo a palos, haciéndolos trabajar veinte horas en los lavaderos.

  [...]